"Voy a ver una exposición"

David M

sábado, 16 de abril de 2016

Una breve reflexión, un tanto pueril tal vez para quienes ya tienen estas cuestiones más estudiadas, a resultas de los temas y discusiones presentadas en las últimas sesiones del Laboratorio. Lo que la frase "Voy a ver una exposición" viene, en realidad, comunmente, a significar es: "Voy a ver las obras que se exhiben en una exposición". Se entiende que la exposición, aquello que, según la sintaxis estricta de la frase, se va a ver, no es sino el soporte, sin influencia alguna, de lo que realmente tiene importancia, aquello que se va a contemplar y que recibirá la atención del visitante: las piezas exhibidas, la obra del creador-artista. Se supone que la exposición es una operación neutra. Pero, ¿es eso cierto?

Recurriendo de nuevo a lo que las palabras nos pueden decir si nos fijamos en ellas con excepticismo acerca de lo que parece que dicen, podemos detenernos en la palabra montaje: Montaje de una exposición, donde montaje no ha de entenderse en su acepción más ebanista —montar: ...armar las piezas de un aparato o máquina | Combinación de las diversas partes de un todo...— sino en su acepción cinematográfica: la operación de seleccionar y ajustar los elementos de una filmación con una intención narrativa, proactiva. O incluso con el significado que también admite como sinónimo de falsedad, de encubrimiento: "Esto es un montaje". Desentenderse de este carácter, aceptar pasivamente el contenido artístico, no ejercer la crítica sobre la forma en la cual se nos dispensa, abre la puerta a la manipulación.

Toda exposición es un montaje. La museología crítica tiene por meta revelar las operaciones mediante las cuales el producto del artista se presenta en una exposición y las manipulaciones que, de manera intencionada o no, se introducen en el proceso. Para ello, para realizar una labor muselógica crítica de manera consecuente, es necesario conocer quién y por qué patrocina una exposición, quién la organiza, cuál es el lugar de los creadores presentados en el contexto artístico y social —en el mercado del arte—, qué ha motivado la elección del espacio que la alberga, la razón por la cuál las piezas se han colocado de una forma y no de otra, la secuencia de su presentación, cuáles han sido los criterios de selección, tanto de los artistas como de las obras: sobre todo conocer qué se ha quedado fuera y por qué. ¿Puede tener final esta cadena de preguntas, de análisis interpretativos acerca de la influencia que la propia operación expositiva tiene sobre el espectador? Se debería incluso llegar al cuestionamiento del carácter de los museos —al menos de su carácter consensuado socialmente de contenedores imparciales de objetos—, de lo que significa la creación de colecciones: una recopilación de objetos, despojos descontextualizados de su tiempo, lugar y motivación, con la que manifestar una capacidad de poder, de dominio, de ejercer un control estático a través de la mirada. Incluso será necesario cuestionarse la propia objetividad de los sentidos, la relación entre el objeto, su percepción y su integración en los procesos mentales.

De algún modo, tal y como el montaje cinematográfico juega un papel fundamental en la historia que se cuenta, incluso en una película documental —que busca, presuntamente, la objetividad—, la exposición se convierte así también en un objeto a observar, a estudiar y del que aprender, en tanto que producto creado con una intención. Y como tal puede colocarse a un nivel similar, con respecto al espectador, al de la creación del artista. Se podría entonces "ir a ver una exposición" con el mismo ánimo crítico y de exploración con el que se va a ver una obra de arte.

Pero, entonces: ¿hay que renunciar a la pretensión de crear un espacio —tal vez debiera mejor hablar de un contexto— que permita la relación directa, sin manipulación o filtros interpretativos, entre la creación y el espectador? Una forma meramente documental, neutral, de presentar la obra, en la cual el comisario, el promotor o cualquiera otro intermediario, se desvanezcan, sean imperceptibles para el público. Aunque, optar por la neutralidad es, al fin y al cabo, también una forma de tomar partido.

2 comentarios :

  1. Cualquier corrección o comentario a esta entrada por parte del Grupo 7, a partir de cuyo trabajo me ha surgido la reflexión que expongo, será bienvenida.

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  2. La exposición como montaje, como falsedad. Algo así ha vuelto a aparecer en la decimoprimera sesión, a partir del trabajo del Grupo 5. ¿Es una exposición un acto "auténtico"? Compilar una serie de piezas de orígenes y ubicaciones diversos, presentarlas combinadas en un determinado lugar, las más de las veces de manera temporal, en atención, no a aquello para lo que fueron creadas (si es que fueron creadas para algo) sino a otros criterios —cronológicos, temáticos...— normalmente ajenos a "su uso" (si es que tienen un uso) o a su colocación habitual, imponer un horario de visitas... ¿es todo esto auténtico o más bien un artificio, una escenografía, un ritual, un montaje?

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